Textos traducidos por mi sobre los turdetani en Fontes Hispaniae. Javier Jordá Sánchez

29.12.2016 15:36

TITO LIVIO

(21,6) "Cuando la guerra de los saguntinos aún no existía pero ya la causa de la guerra estaba siendo la contienda con los vecinos, sobre todo con los turdetanos".

(21,12) “Se pedía que devolvieran los bienes de los turdetanos y que entregaran todo el oro y la plata saliendo de la ciudad con sólo las ropas morando allí en donde los púnicos les ordenaran”

(24,42) “Y los turdetanos, quienes pactaron la guerra con los cartagineses, fueron reducidos por la autoridad, se vendieron como esclavos y su ciudad fue destruida”

(28,39) ”Por los túrdulos, nuestros antiguos enemigos, que siendo superiores y por esto fueron causa de nuestra perdición, tuvieron fuerza para destruirnos” (+/-)

(28,39) ”Por último, Turdetania, hasta tal punto hostiles a nosotros que aquella gente no podía mantenerse intacta, Sagunto no podía, fue devastada por la guerra para que sólo nosotros, sino – lejos de la palabra odio – ni siquiera nuestros descendientes tuvieron temor, se decidió que la ciudad fuera destruida en gratificación a Sagunto, destruida por Hannibal; fueron tomadas como tributo sus tierras, lo cual no es para nosotros fruto tan placentero como la venganza".

(33,43) "El mismo número de soldados de infantería y caballería se asignó a Publio Manlio, en la Hispania Citerior, y la legión que había servido bajo el pretor Quinto Minucio, le fue otorgada".

(33,44) "Ya se sorprendían los hombres en general de la negligencia en la guerra que estalló en Hispania. Una carta de Quinto Minucio citó hacia la ciudad de Turda (oppidum) cuando enfrentaron los estandartes con los generales hispanos Budar y Besadín, luchó con éxito: doce mil enemigos cayeron, el general Budar capturado, los otros diseminados y puestos en fuga".

(34,17) "Mientras tanto, el pretor Publio Manlio, con el veterano ejército de Quinto Minucio, a quien sucedió, recibió y añadió igualmente al veterano ejercito de Apio Claudio desde Hispania Ulterior, marchó para Turdetania. De todos los hispanos, los turdetanos eran los más ineptos para la guerra, sin embargo, confiados en su gran número, fueron al encuentro del ejército romano. La caballería fue enviada contra los agitadores, inmediatamente la tropa fue formada en orden de batalla. El combate a pie fue casi nulo en la batalla: los soldados veteranos, conocedores de las tácticas del enemigo no dejaron dudas en el combate. Aún así, aquella batalla no puso fín a la guerra. Diez mil celtíberos mercenarios y con armas extranjeras se dispusieron a la guerra. El cónsul, alarmado por la rebelión de los bersgitanos, y como el resto de ciudades pensaría tener la misma oportunidad, eliminó el derecho de hacer armas a la parte de acá del Ebro".

(34,19) "La difícil guerra en Turdetania del pretor Publio Manlio con los celtíberos mercenarios provocada por el enemigo, hizo que se diera la orden; por lo tanto el cónsul pidió en una carta a los pretores que condujeran las legiones. Cuando llegaron a allí, estaban separados el campamento celtíbero y el turdetano. Entonces, los turdetanos inmediatamente se animaron a hacer incursiones de combate sobre los puestos avanzados (romanos) y siempre vencieron por mucho que se empeñaran en el combate. Para los celtíberos, el cónsul envió a una conferencia a los tribunos militares y ordenó ofrecer a aquellos tres condiciones a elegir: primera, pasarse a los romanos y doblar la paga que iban a recibir de los turdetanos; otra, marcharse a sus casas bajo garantías públicas de que no sufrirían represalias futuras por haberse unido a los enemigos de los romanos, tercera, si se decidían en cualquier caso por la guerra, fijar momento y lugar donde se pudiera decidir la cuestión por las armas. Los celtíberos pidieron un día para consultarlo".

(34,20) "Por tan exiguo ataque para apoderarse de la ciudad, se ofreció para los sedetanos, ausetanos y suessetanos. Los lacetanos, gentes insensatas y salvajes, que se mantenían unidos con su insensata ferocidad por las armas, conscientes entonces de que, mientras el cónsul y su ejército estaban ocupados en la guerra de los túrdulos, devastaron con incursiones imprevistas a sus aliados. Así pues, hacia la ciudad que fue asediada por el cónsul, hizo llevar no sólo a las cohortes romanas, sino también a jóvenes guerreros que fueron a la invasión como los aliados".

POLIBIO

"Estos le declararon que no tocase a Sagunto, pues estaba bajo su amparo, ni pasase el Ebro, según el tratado concluido con Asdrúbal. Aníbal, joven entonces, lleno de ardor militar, afortunado en sus propósitos y estimulado de un inveterado odio contra los romanos, como si hubiese tomado por su cuenta la protección de Sagunto, se quejó a los embajadores: de que originada poco antes una sedición en Sagunto, los vecinos habían tomado por árbitros de la disputa a los romanos, y éstos habían quitado la vida injustamente a algunos de los principales; que esta perfidia no la podía dejar él impune, pues los cartagineses tenían por costumbre, recibida de sus mayores, no permitir se hiciesen injurias. Pero al mismo tiempo envió a Cartago para saber cómo se portaría con los saguntinos que, validos de la alianza de los romanos, maltrataban algunos pueblos de su dominio".

APIANO

"Y presumiendo que sería un inicio brillante el cruzar el Ebro, convenció a los turbuletes, que eran vecinos de los de Sagunto, a quejarse ante él de estos últimos sobre la base de que hacían incursiones contra su territorio y les causaban muchos ultrajes. Y ellos le obedecieron. Entonces, Aníbal envió embajadores de éstos a Cartago, en tanto que él, en misivas privadas, expuso que los romanos trataban de convencer a la parte de Iberia sometida a Cartago para que hiciera defección de ésta, y que los saguntinos cooperaban en ello con los romanos. Y en absoluto desistía de su engaño, enviando muchos mensajes en tal sentido, hasta que el consejo le autorizó a actuar con relación a los saguntinos del modo que juzgara oportuno. Y tan pronto tuvo ocasión, hizo que, de nuevo, los turbuletes se presentaran ante él para quejarse de los saguntinos y mandó venir embajadores de éstos".

ESTRABÓN (Estrabón III 153) (según Tovar)

"En las fuentes quedan noticias de algunos desplazamientos de poblaciones. Como el de los celtas que en compañía de algunos túrdulos, habían llegado hasta el río Limia, en el ángulo noroeste de la Península; eran parientes de otros asentados en el río Guadiana, en el conventus hispaliensis. Los celtas del Guadiana, según Plinio (III 13), eran gentes oriundas de Celtiberia. Los romanos, para pacificar las tribus hispanas , emplearon mucho en la Península el sistema de deportarlas, principalmente bajándolas de la montaña y asentándolas en llano, como hicieron con las tribus del norte" (Estrabón III 154). César, en el año 61-60 a.C., a los habitantes del Mons Herminius los asentó en el llano (Dión Cas. XXXVII 52).

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