DOS ESTADOS IBÉRICOS SOBRE EL CABRIEL Y EL TURIA.Por Javier Jordá Sánchez.

15.06.2017 22:58

DOS ESTADOS IBÉRICOS SOBRE EL CABRIEL Y EL TURIA. 

 

                                       XELIN, cerro del Castellar (La Yesa) V

El Estado ibero al norte del Turia. Nuestros vecinos. Hubo una época en que unas ciudades rivalizaban entre sí por ser las más prósperas, las más poderosas, las que más fervor tenían a sus dioses y sus ancestros, en las que los gobernantes eran los más justos y fuertes. Hubo una época en que los pueblos vivían felices y en libertad, en la que no necesitaban aparentar grandiosidad para ser considerados grandes por sus conciudadanos, en la que los jefes eran elegidos, en la que la fidelidad llegaba hasta sus últimas consecuencias. Hubo una época antigua en que no era necesario avasallar a sus vecinos, ni conquistarlos, porque existía un ambiente excelso de fertilidad, abundancia y comercio, porque las personas estaban satisfechas con lo que la vida les daba. Hubo una época en la que iban llegando ricos comerciantes de lejanos puntos del Mare Nostrum con los que se intercambiaba riqueza y cultura, en la que los guerreros satisfacían su ego yendo a combatir en luchas extranjeras de las que regresaban con honor y riquezas, ante los suyos. Hubo una época en la que las guerras estaban muy lejos de estas tierras, en la que nuestros guerreros se divertían haciendo incursiones pueriles en tierras colindantes para demostrar su varonía, podríamos decir que por diversión. Una época en la que la “malicia” era a pequeña escala, casi podríamos llamarla “costumbre”. Esa época en la que existían pequeños “países” del tamaño de comarcas actuales que reunían un numeroso grupo de núcleos de población con distintos tamaños y funcionalidades que trabajaban y convivían entre sí. En la mayor parte del área mediterránea, desde hacía siglos, perduraba esa misma tipología de gobierno. Un característico ejemplo de ello fueron las polis griegas, donde se pudo constatar el modelo de las anfictionías, ciudades independientes ligadas entre sí con una determinada excusa político-religiosa. Esa época que hubo, fue tan feliz que no tuvo necesidad de expresar su superioridad, de dejar grandes legados tras de sí, como hicieron otras “acomplejadas” culturas allende los mares. Los pueblos del Fértil Creciente, Egipto o Anatolia, pasaron tantas vicisitudes, tuvieron tanto por lo que luchar para sobrevivir, que necesitaron ser regidos por dictadores únicos que controlaban enormes territorios, tan inhóspitos que sólo mediante grandes proyectos gubernamentales se podían mantener. El ejemplo de Egipto nos indica que fue un pueblo que habitaba una fértil tierra en lo que hoy es un desierto, hacia el oeste del río Nilo, y que alrededor del IV milenio a.C., su desertificación y las penurias que esto implicó, les obligó imperiosamente a tener que buscar otras zonas habitables. El único lugar con agua abundante al que podían acceder era el valle del Nilo. El Nilo no era un río fácil y domable, necesitó de grandiosos proyectos para acomodar a los humanos en su seno, sus crecidas eran tan beneficiosas para la agricultura como peligrosas para la propia ruina de ésta. Sólo omnipotentes gobernantes tendrían capacidad de llevar a cabo grandes obras “faraónicas”. En el Fértil Creciente debieron ocurrir episodios semejantes, y aquello dio lugar a regios gobernantes que llevaron a cabo grandes conquistas, que concluyeron en grandes imperios que fueron cambiados a lo largo de los tiempos mediante cruentas y magnas guerras. Y ya se sabe que durante las grandes guerras es cuando más profundas inversiones se hace en I+D. Mientras tanto, en este lado del Mare Nostrum, al oeste, triunfaba la felicidad. El clima era ideal, llovía suficiente y la temperatura agradable. La frecuencia de puntos de agua abastecía de sobra mediante múltiples ríos, ramblas y fuentes, el suelo era perfecto para el cultivo y la ganadería, los minerales eran muy abundantes. Pocos tenían la necesidad de superar grandes escollos para sobrevivir, era la felicidad suprema, la felicidad básica, la felicidad de no necesitar nada. Podríamos encontrar este concepto de felicidad en el modelo territorial de estas gentes iberas, pocas veces necesitaban conquistar el territorio del vecino para vivir a gusto y felices. ¿Hubo un Estado feliz? Este pueblo feliz habitaba en el entorno que circundaba los Mons Idúbeda (Cordillera Ibérica) y el próspero río Turia con sus afluentes, habitaba en la tierra que rodeaba al río Cabriel y sus afluentes. Era una zona muy rica y fértil, y muy poblada, donde sus gentes convivían sencillamente, recordando constantemente a sus antepasados ancestrales, que se remontaban 2000 años atrás, y habitando los mismos lugares donde lo hicieron ellos. No sabemos cómo nombrarían a su organización geográfica-política, pero nosotros la llamaremos, a nuestro libre albedrío, “Estado”. En cuanto a los topónimos geográficos con los que se les localizaba, han llegado hasta nosotros gracias a la costumbre de los romanos y los griegos de anotarlo todo para la posteridad, aunque la dificultad está en identificar en sus coordenadas correctas los nombres aportados por esas fuentes históricas clásicas. Esas mismas fuentes recogieron como Roma transformó a su conveniencia el tipo de distribución político-geográfica de Hispania, como por ejemplo, cuando a comienzos del S II a.C. dividieron la provincia en Citerior y Ulterior, y más tarde en Tarraconensis, Baetica y Lusitania. De igual forma, clasificaron a los territorios de Hispania en grupos tribales imaginados por los mismos romanos según su idea de identificarlos, eliminando documentalmente la singularidad de los “Estado-ciudades” iberos, por territorios que conjuntaban todas esas ciudades a los que nombraron “romanamente”. Para ellos, la ciudad más alejada de Roma de un territorio era la que tenían como referencia, pues daba a entender que la región llegaba hasta esa ciudad, que era la última, y por eso la llamaban “caput” (cabeza, fin, capital...). Por ejemplo, si esa “caput” se llamaba Basti, a los habitantes de todas las ciudades-estado de ese territorio se les reconocían como bastitanos. Podríamos pensar, por cómo nos ha llegado la información desde las Fuentes Clásicas y el monetario hispano-romano, que la denominación indígena de su “Estado” ibérico tendría mucho que ver con el nombre de su ciudad principal, y que también habría una relación con los nombres de los accidentes topográficos del lugar. La estructura de ese “Estado” ibérico entre los 3 ríos, Turia, Magro y Cabriel, ofrece una imagen clara de cómo debió ser, según hemos ido estudiando estos años atrás, y hemos ido publicando en varios artículos en la Web de “Crónicas Históricas de Requena”. Comprende un periodo histórico largo, desde el final de la Edad del Bronce (hacia comienzos del I milenio a.C.), pasa por el Ibérico Antiguo (VI-V a.C.), el Ibérico Pleno (V-III a.C.), el Ibérico Tardío o ibero-romano (hasta comienzos del S I a.C), es decir cerca de 1000 años. A lo largo de esos 10 siglos esa estructura fue cambiante, aunque la base distributiva de las zonas pobladas, a grandes rasgos, no lo fue tanto. Hacia la época más boyante de la cultura ibérica, el Ibérico Pleno y una parte del Tardío, hasta las Guerras Sertorianas que finalizaron en 72 a.C., parece claro que hubo un oppidum más importante que el resto en este “Estado”, que fue el de Los Villares (Caudete de las Fuentes), un gran oppidum para su tiempo de 10 hectáreas. Aunque en este “Estado “ibérico la población era tan abundante que hubo varios poblamientos de importante tamaño que convivieron. Antes del Ibérico Pleno y después de las Guerras Sertorianas, Los Villares no tuvo relevancia, en cambio, la roca de La Villa (Requena) perduró desde la Edad del Bronce hasta nuestros días, incluida la romanización. El caso es que Los Villares estuvo ubicado en un lugar central de este “Estado” ibérico, desde el que lo controlaba radialmente, gran parte de las rutas viarias pasaban cerca de él, y muchas de éstas partían hacia los núcleos urbanos de los “Estados” ibéricos colindantes. Hemos calculado que la cantidad de “Estados” iberos que lindaban con el de Los Villares podrían ser 8. Sus ciudades principales serían: Edeta (NE), Xelin (N), Lobetum (NO), Putea (O), ¿Icalosgen? o Salaria (SO), Bigerra (SO), Aras (S) y La Carencia de Turís (SE).

 

Rambla de Los Morenos (Los Duques). Entorno a ella hubo mucha actividad en la Edad del Hierro. 

                                                  El Estado ibérico del norte 

En la actualidad, la comarca de la “Tierra del Cabriel” linda al norte con la de Los Serranos. Todos sabemos que para cruzar entre las dos comarcas es preciso atravesar el escarpado río Turia o Guadalaviar (Tyris romano). El río Turia atraviesa las estribaciones de la Cordillera Ibérica (Mons Idúbeda romano), zona montañosa de complicada orografía, clara delimitadora de territorios. En esa época feliz ibérica, la estructura organizativa político-geográfica de ese “Estado” ibérico al norte del Tyris, era bastante similar a la del sur de este río. Reunía una multitud de poblamientos a lo largo y ancho de su territorio, y de entre ellos hubo uno de superior tamaño situado en el centro del territorio, que distribuía y controlaba radialmente el resto de poblamientos y rutas viarias, al igual que su homólogo de Los Villares (Caudete de las Fuentes). Se vislumbran algunas diferencias entre ambos “Estados” ibéricos. Una de ellas es la densidad poblacional, pues en el norteño los pueblos son más pequeños, y la cantidad de habitantes, aun no siendo desdeñable, es menor que en el sureño. Según el magnífico estudio sobre “El poblamiento ibérico en la comarca de La Serranía (Valencia), ss . VI-I a.C. Aproximación al modelo de ocupación del territorio”, de Josep María Burriel Alberich y Juan José Ruiz López, podemos darnos una buena idea de este territorio al norte de Tyris. La superficie comarcal que comprende Los Serranos, es tratada en este estudio como un antiguo territorio ibérico, al igual que hacemos nosotros en la comarca de la Tierra del Cabriel. Por tanto, como he hecho hasta ahora con el vecino del sur, le voy a llamar también “Estado”ibérico. En el “Estado” ibérico que hubo en Los Serranos, según este estudio, existieron tan sólo dos poblaciones de mayor tamaño que son El Castellar (La Yesa) y El Castillejo de la Solana de la Matorra (Aras de los Olmos). El Castillejo es un poblado de unas 2 hectáreas, situado en un punto muy periférico de este territorio, y además tuvo una duración temporal corta desde el Ibérico Antiguo hasta comienzos del Pleno, por lo tanto su relevancia como urbe principal debe ser descartada. En El Castellar (La Yesa) en cambio, su extensión supera ligeramente las 3 hectáreas, superficie comparable a la de otros oppida que pudieron ejercer la función de lugar central en otros territorios comarcales. El Castellar de La Yesa está dotado de un complejo sistema defensivo formado por escarpes naturales, murallas, puerta torreada y otros elementos, y cuenta con tres accesos, uno para carros con abundantes huellas de carriladas (carriles separados por un mínimo de 0,91 m y un máximo de 1,25 m) en el extremo NE; un segundo acceso por las laderas S y E y un tercero en el extremo N que conduce a una gran albacara o recinto cerrado. En época ibérica plena El Castellar fue probablemente una pequeña ciudad instalada en una espectacular mole rocosa, bien comunicada mediante una serie de caminos radiales que la conectaban con el resto de asentamientos de la comarca. Se podría decir, a falta de excavaciones arqueológicas del lugar, que El Castellar estuvo ocupado desde la Edad del Bronce hasta la fase romana alto imperial. (1)

                             Castellar de la Yesa (1) .Puerta torreada de Castellar de la Yesa (2) 

Estos dos oppidum mayores de Los Serranos son bastante menores que sus paralelos de la Tierra del Cabriel, El Castellar (La Yesa) tiene una superficie de poco más de 3 hectáreas, mientras Los Villares (Caudete de las Fuentes) abarca 10 hectáreas, La Villa (Requena) 7 hectáreas, y aún existen otros yacimientos grandes sin estudiar como la Muela de Arriba o El Moral (Requena). En este estudio, los autores dan a entender que el poblado u oppidum principal de Los Serranos fue Castellar (La Yesa), por las razones antes mencionadas. ¿Qué interrelación guardaba Castellar con sus vecinos al sur del Turia? Desde Castellar partía una ruta antigua que recorría la rambla de Ahillas y seguía hasta la rambla Arquela, con la que se juntaba formando el río Tuéjar, paralelo al cual llevaba una ruta o vía hasta donde hoy se ubica Tuéjar, después se dirigía al sur bordeando Benagéber, por el poblado fortificado de Punto de Agua. El vial continuaba rodeando otro poblado fortificado, La Mazorra (Utiel) y desde allí hasta el oppidum principal de la Tierra del Cabriel, Los Villares (Caudete de las Fuentes). Así se comunicaban las dos ciudades principales de ambos “Estados” ibéricos. Al igual que hemos comentado con el caso de Los Villares, que se comunicaba radialmente con ciertas ciudades-estado lindantes, el caso del Castellar (La Yesa) fue similar. Se situaba, como hemos comentado, en un punto neurálgico de control territorial, central, sobre un cerro fortificado en altura, vigilante del valle de la rambla de Ahillas y de Arquela. Las ciudades-estado iberas con las que interrelacionaba eran las siguientes. Al sur Los Villares (Caudete de las Fuentes) a 41 kilómetros en línea recta, al norte Etobesa (Segorbe) a 40 kilómetros y Usecerde (Cerro de Las Majadas, Castellar, Teruel) a 55 Kilómetros, al oeste Lobetum (Pedro Izquierdo, Moya) a 36 Kilómetros; y al este Edeta (Liria) a 41 kilómetros. En total eran 5 ciudades que representaban los 5 “Estados” ibéricos lindantes con su propio “Estado”. Como aspecto curioso, las ciudades-estado que la rodeaban han sido reflejadas en las Geografías de las Fuentes Antiguas de época romana, y sin embargo, la ciudad de Castellar de La Yesa, no. Lo cual no quiere decir que no seamos capaces de saber cuál fue su nombre.

 

 

                               ¿Cuál fue la ciudad que hubo en El Castellar de la Yesa

Hay varios aspectos que nos llaman la atención sobre qué hubo en este lugar. Los nombres de los parajes, de los lugares, de los accidentes geográficos, de las poblaciones que han tenido durante la historia anterior hasta el momento actual, muchas veces nos indican una semejanza muy sospechosa, e incluso un mantenimiento de su denominación que ha durado hasta milenios. Ejemplos de esto los tenemos en nombres de ciudades ibero-romanas que llegan hasta hoy, como: Tole (Toledo), Segontia (Sigüenza), Septimanca (Simancas), Rauda (Roda), Uxama (Burgo de Osma), Asso (Isso), Ispinium (Yepes), Turiaso (Tarazona), Cascantum (Cascante), Calacoricos (Calahorra), Tritium (Tricio), Verovesca (Briviesca), Iacca (Jaca), Bolscan (Huesca), Consabro (Consuegra), Turgalium (Trujillo), Oretum Germanorum (Nuestra Señora de Oreto), Basti (Baza), Carmo (Carmona), Ilicis (Elche), Gadir (Cádiz), Malaca (Málaga), Olissipo (Lisboa), Pallantia (Palencia), etc. U otros nombres latinos como Valentia (Valencia), Caesar Augusta (Zaragoza), Asturica Augusta (Astorga) o Legio VII Germánica (León). En fin, que no es tan raro que las denominaciones actuales indiquen las que tuvieron en época prerromana o romana en ese lugar. Sobre la zona que circunda El Castellar de La Yesa encontramos no hace mucho tiempo una curiosa referencia en la que nadie que yo sepa se había fijado, porque he intentado que entendidos o lugareños me explicasen qué significaba y nadie lo había oído antes. Esa referencia aparece en “Atlas del Rey Planeta” (ed. Nerea), una edición actual de la recopilación de mapas realizados por Pedro de Texeira, el cosmógrafo de la corte de Felipe IV. En el S XVII, el rey encargó esta relación completa de las costas de España, de sus puertos y ciudades más importantes, con información sobre la geografía, historia y población del territorio nacional y un conjunto de mapas generales y parciales de las costas de España y Portugal, que fueron editados en el año 1634. Estos mapas parecían haber desaparecido, pero en el año 2000, los historiadores Fernando Marías y Felipe Peredas, descubrieron en la biblioteca da Viena que aún existían, y los han sacado a la luz en este libro. Uno de estos mapas representa a la región valenciana, y en la zona de Los Serranos aparecen sus pueblos y lugares nominados. Benaxene (Benagéber), Domeno (Domeño), Aras (Aras de los Olmos), Iascalas del Campo (Campo de Abajo y/o de Benacacira), Calles (Calles), Tuexer (Tuéjar), Xelva (Chelva), Titaguas (Titaguas), Alpuente (Alpuente), Laiosca (La Yesa), Andilla (Andilla), La Rigilla (Loriguilla), Culilla (Chulilla), Lasa (Higueruelas), El Villar (Villar del Arzobispo), Bexix (Bejís), Guadalaviar (río Turia), Sot (Sot de Chera), Setaguas (Siete Aguas), Chera (Chera), Sierra de Pico (¿Pico del Tejo?), Sierra Negrete (Sierra Negrete).

Mapa de Pedro de Texeira, cosmógrafo de Felipe IV, 1634. Parte correspondiente a Los Serranos. Remarcada la desconocida población de Xelin, en la rambla de Ahillas.

 

 La referencia que hemos visto en este mapa, a la que mencionábamos en un párrafo anterior, es una población llamada XELIN que aparece localizada en la rambla de Ahillas, justo al sur de La Yesa (Laiosca), y rodeada además por Alpuente, Campo de Benacacira (Iascalas del Campo) y Tuéjar (Tuexer). En ese lugar sólo existe actualmente una población, la pequeña aldea de Ahillas (Chelva). En ningún mapa más, de ninguna época, aparece otra vez mencionada esa población de Xelin, ninguna fuente documentada la ha mencionado nunca, y ninguna persona de hoy en día la ha conocido. ¿Por qué sólo aparece aquí, en un mapa concreto de 1634? La realización de este mapa por el equipo de Pedro de Texeira les costó nada menos que 8 años, es decir, empezaron a elaborarlo desde 1626, como mínimo. Pocos años antes había tenido lugar un hecho histórico muy relevante en la historia de España, la expulsión de los moriscos. En 1609 Felipe III dio la orden de que comenzara su expulsión de España, primeramente por el reino de Valencia en donde se prolongó hasta 1610. En el resto de la nación se prolongó hasta 1613. Existen noticias de graves problemas en la zona de Tuéjar y Chelva con la población morisca que allí habitaba. Se sabe que el vizconde de Chelva fue asesinado en 1584 por un grupo de vasallos moriscos. También hubo un grave problema en Tuéjar, pues “en aquel lugar se reunieron 56 síndicos de las aljamas y acordado rebelarse. La reunión duró ocho días y asistieron diez moros de Argel nombrados capitanes, que trajo Lorenzo Bennaxer (debe ser Benagéber), yerno de Malchic de Bechí (debe ser Bejís). Eligieron por rey a Luis Asquer, vasallo del duque del Infantado, y debían entrar en la ciudad de Valencia el día de Jueves Santo de 1605. Los principales reos fueron condenados a muerte y descuartizados, después llevados, arrastrando a la cola de un caballo, hasta el lugar del suplicio; y otros, a galera perpetua y remo forzado”. En el libro “El bandolerismo valenciano: (1563-1609), se nombra a Chelva como un vivero de criminales moriscos”. El trabajo de elaboración de mapas de Pedro de Texeira comenzó hacia 1626, tan sólo 16 años después de haber vaciado de moriscos los antes revolucionarios territorios de Los Serranos, llenos de moriscos vasallos de los señores del lugar. Acababan de expulsar a los moriscos de aquellas tierras y éstos representaban un alto porcentaje de la cantidad de habitantes que las poblaban. Aquellos pueblos quedaron muy deshabitados, y algunos de los más pequeños y rurales, puede que perdieran toda su población, quedando desiertos y semiabandonados. Si fueron repoblados lo serían lentamente, pues no había suficientes cristianos para lograrlo. Ese pueblo llamado Xelin reunía esas condiciones, era pequeño, rural, y seguramente estaba habitado por campesinos vasallos del vizconde de Chelva de natural moriscos. Por lo cual fue abandonado por los moriscos e intentado suplir con cristianos que trabajaran el fértil valle de Ahillas. No sabemos qué pasó, pero lo que es cierto es que con posterioridad a 1634 ese pueblo dejó de existir como tal, y sabemos que en su lugar, actualmente puede superponerse el único núcleo poblacional de la zona, la aldea de Ahilllas. Pero, ¿en verdad se ha perdido la referencia toponímica de ese ignorado pueblo de Xelin? Puede que no. Las que encontramos relacionables con el topónimo Xelin están muy cercanas. Debo comentar, como estudiante de la escritura ibérica, que el primer signo ibérico de la palabra que aparece en el topónimo Xelin, representa a una sílaba, la cual se podría transcribir de cuatro formas: XE, GE, KE, CE. Esto viene a ser así porque en la antigüedad X, G, K y C pertenecían a una familia de sonidos similares. El signatario ibérico está formado por signos silábicos, por vocales y por consonantes, y los silábicos repiten este sistema, por el cual se pueden transcribir varias letras o sonidos actuales, con el mismo signo. Esta confusión, nos lleva a los que intentamos interpretar textos ibéricos, a una gran indecisión a la hora de transcribirlos, por las múltiples posibilidades que se dan cuando se combinan las ingentes variables resultantes de cada palabra de cada texto. Si tenemos en cuenta que la letra X ha sido en castellano antiguo una equivalente de la letra J y de la letra G, y también de la CH y de la S, la derivación de Xelin hacia Quelin es factible. La pronunciación de esa X ha sido variable, tanto como “J” (jaqueca), como “CH” (chamuscar), como “SH” (jaquette en francés). Del español del S XVII, Xelin hubiera derivado a “Gelin o Chelin”, como algunos pueblos de su entorno (“Tuexer = Tuéjar”, “Xelva = Chelva”, “Benaxene = Benagéber”, “Bexix = Bejís”. En el lugar hay una interesante referencia que podría relacionarse con nuestro topónimo, la rambla Arquela, orografía del terreno que identifica el lugar, y que es punto de referencia de caminos antiguos. Si dividimos la palabra en AR-QUELA, bien podría haber derivado de “Ar-Xela”o arriesgándonos a profundizar un poco más, del árabe “Al-Xela” (El Xela o El Quela). Obteniendo así un hipotético nexo de unión en topónimos entre la desaparecida población de Xelin y el nombre actual de la rambla Arquela, las dos ubicadas en el mismo territorio. *(Un ejemplo de composición de topónimo de ciudad derivado del árabe lo tenemos en Al-cantar-illa, “Al” que se traduce en árabe “el” y, “Qantar” que es “puente”, y a Alqantar, se le aplicó el sufijo diminutivo “-illa”). (O a la Alcántara extremeña que proviene también de Al-Qantar, y se le ha aplicado el sufijo –a) Pero, ¿de dónde puede provenir el nombre de esa extraviada antigua población situada en el centro geográfico de la comarca de Los Serranos? Precisamente, me llamó la atención la primera vez que leí el nombre de Xelin en el mapa de Pedro de Texeira. Porque existe una ciudad prerromana e ibero romana que recibe ese mismo nombre. Ese nombre es tan sólo certificado por la aparición de monedas ibero romanas cuya epigrafía coincide, no se nombra en ninguna fuente histórica más, hasta que aparece en1634 en el mapa de Texeira.

 

As ibero romano de la ceca ibérica de Xelin. Hasta ahora esa ceca monetaria de Xelin ha sido adjudicada al oppidum ibérico de Los Villares (Caudete de las Fuentes), sobre lo que da la impresión de que no exista ninguna duda, ya que los expertos así lo afirman. Analizando las causas por las que han llegado a esta conclusión se resumen en dos. 

1/ Donde más monedas de la ceca Kelin han aparecido es en Los Villares de Caudete de las Fuentes. Profundizando, observamos que estas monedas no han aparecido, que sepamos, en prospecciones arqueológicas efectuadas en dicho yacimiento, sino que se conservan en manos de coleccionistas particulares de Caudete de las Fuentes, y otros, que según parece, encontraron casualmente en el yacimiento del pueblo. Al no haber sido constatado el momento del hallazgo, el historiador simplemente debe confiar en la palabra del propietario. Pero, ¿y si provinieran de encuentros de otros puntos arqueológicos comarcales que no fueran Los Villares y simplemente el poseedor no hubiera aportado su procedencia original? Acaso esta comarca y adyacentes no han sido repasadas de arriba abajo con la moda del detector de metales. Porque son muchas monedas para haber sido encontradas en un solo sitio, nada menos que 308 casuales y 17 en prospecciones del lugar. Cabría la posibilidad de que proviniesen de múltiples lugares distintos. Los hallazgos monetarios datados en prospecciones arqueológicas en Los Villares son dos. El 1º fue un tesorillo encontrado en 1957, por E. Pla Ballester, ocultado hacia cambio de siglo, de III a II a.C, y aparecen pocas monedas, sólo de Emporion. El 2º, del que en principio no se sabía su lugar de procedencia, en 1999 se le atribuyó que era de Los Villares. Y aparecieron monedas de Eritrea, Roma, Siracusa y Emporion (2) Las monedas aparecidas sin datación de cómo fueron encontradas son 308. De éstas, con ceca ibérica son 161. Las 308 se dividen en 20 localizaciones distintas, de las cuales las más numerosas son, Roma (95) Xelin (58) Cástulo (42), Arse (35), Valentia (26), Restan 52 monedas de otras cecas ibéricas, entre las cuales destacan Icalesgen ( 11), Kili (10), Cese (7) y Bolscan (6). Dejando aparte a Roma, que como capital del Imperio abarca la totalidad, tendríamos variedad de opiniones a la hora de explicar la aparición de estas cecas por estos lares. Podría explicarse por proximidad, aceptando la sugerencia de que las cecas ibéricas fueron emitidas para circular por el territorio donde fue emitida. Con lo cual la Xelin de Los Villares de Caudete de las Fuentes tendría esa lógica, según se ha aceptado formalmente, pues es la que mayor cantidad aporta. Cástulo fue una ciudad situada en la actual Cazlona (linares, J) situada a 265 kilómetros en línea recta, y es la segunda, pero aquí se rompe esa teoría al ser tan distante. La tercera es Arse (Sagunto) situada a 86 kilómetros. La cuarta, Valentia (Valencia), situada a 77 kilómetros. La quinta, Icalesgen (quizás Iniesta, CU) situada a 42 kilómetros. La sexta Gili (quizás La Carencia, Turis) a 55 kilómetros. Quizás esas monedas fuesen traídas desde lugares cercanos, y tuvieran valor fuera de su lugar de emisión original, y se pudiese pagar con ellas en otros territorios iberos. Si tuviésemos en cuenta que Castellar de la Yesa está situado a 44 kilómetros, no sería extraño que de un lugar tan próximo y bien comunicado, llegasen monedas a Los Villares debido al comercio u otras relaciones. Podríamos decir que las monedas recopiladas en Caudete de las Fuentes tendrían procedencia de cecas cercanas a Los Villares, o bien de cecas de “Estados” vecinos a él. Y los más cercanos eran los de Iniesta y la Yesa. 

2/ Los Villares es citado como yacimiento arqueológico en documentos antiguos. Primero en 1748 por J.A. Estrada (citado en Pla 1980; 2), quien señala la existencia en Los Villares de “una ciudad destruida por las llamas” de nombre Waldin. (2) Segundo, Madoz en 1847, escribe ”Según algunos apuntes que se hallan en el archivo de Utiel, aparece que en una colina situada a ¼ de hora al S.O. del pueblo, hubo en tiempo de la dominación de los árabes una población fortificada que se llamó Woldin: lo cierto es que en aquel sitio se ven se ven grandes ruinas, se han sacado varias vasijas de diferentes tamaños y figuras, y algunas monedas trabajadas toscamente, que no pueden conocerse los bustos que representan ni leerse sus inscripciones” (2) La relación que se podría acercar a la nominación de Los Villares como Xelin, es el parecido que existe entre el topónimo Woldin y el de Xelin, entre los cuales percibimos su semejanza en la terminación “-in”. Podría ser que si se reunieran más circunstancias que afianzaran esa semejanza, adquiriera una cierta relevancia. Pero semánticamente el parecido es muy forzado, Por otra parte, si miramos el aspecto lógico histórico del asunto, el oppidum que hubo en Los Villares tuvo su fin como tal hacia mediados del S I a.C. con las Guerras Sertorianas, o como mucho con las de Julio César. La ciudad fue arrasada y nunca más volvió a resurgir, si no tenemos en cuenta los asentamientos irrelevantes que pudieron aposentarse sobre ella a lo largo de los siguientes siglos o milenios. Por lo que tener la primera referencia documentada constatable 1800 años después no parece dar mucha fiabilidad al dato referido. Más bien podría ser una cualidad o una información del tipo de los “falsos cronicones” del S XVII. Vistas las opciones por las que se ha decidido oficialmente que el yacimiento de Los Villares (Caudete de las Fuentes) sea identificado con el Xelin que aparece en las monedas ibéricas de esa ceca, yo diría que igualmente ello puede ser cierto que incierto, pero que no hay pruebas definitorias que lo confirmen. ¿Qué podría aportar el sistema de cecas ibero romanas a la ubicación de Xelin? Podríamos aportar una idea general de ubicaciones si conseguimos saber en qué zonas se acuñaban las monedas de su tipología.

 

Mapa basado en las coordenadas de Claudio Ptolomeo (S II d.C.). Ases de las cecas ibéricas con el reverso de jinete ibérico. Azul=jinete con lanza; verde=jinete con palma. El as de la ceca Xelin, tiene en su reverso la figura del jinete ibérico con lanza. Las cecas con este mismo reverso las represento en este mapa de Ptolomeo de ciudades hispano-romanas, figuran bajo un sombreado azul, y comprenden un área que parte desde el norte del Duero hasta el norte del Turia, y desde la mitad del Tajo hasta la mitad del Ebro. Se acuñaron monedas de metrología griega y púnica en Hispania, pero la generalización de producciones locales se llevó a cabo en época romana. Se puso en marcha en Roma el modelo de as uncial en 155 a.C. y se aplicó tres décadas después en la Península, hacia el 120 a.C. Para este estudio nos interesa centrarnos sólo en los ases de bronce, porque buscamos identificar los rasgos del as de Xelin con sus similares de otras cecas, para encontrar una explicación geográfica que nos conduzca a alguna prueba. La característica común en la que nos hemos fijado es el reverso del as de Xelin. En todas sus monedas se encuentra grabado el relieve de un jinete ibérico con lanza. Unas 48 cecas ibéricas comparten en su reverso este tipo de jinete. Así mismo, 23 cecas ibéricas comparten un relieve de jinete ibérico con palma; 3 cecas alternan el relieve de jinete con lanza y el de palma; 5 cecas ibéricas utilizan el jinete ibérico con espada o martillo y 1 con elefante. Estas monedas con el reverso de jinete ibérico comparten una tipología común, soportan epígrafes en signatario ibérico (salvo excepciones), y abarcan un amplio territorio al noroeste de Hispania. Fuera de su zona, la tipología de acuñación es distinta, aunque aquí no vamos a ampliar detalles de ellas, porque no es necesario. He plasmado, en una representación de un mapa de la Geographia de Ptolomeo, la localización de las cecas conocidas del jinete ibérico. Este jinete ibérico tiene dos tipologías usadas por una mayoría, y otras menores. Tras lo cual me ha llamado profundamente la atención que las cecas de cada uno de los tipos de reverso de jinete ibérico se reúnen en un área común delimitada, sobre lo que no he encontrado explicación válida, de momento. Voy a referirme a estas representaciones del jinete ibérico. El jinete con espada o martillo comprende un área pequeña de ciudades de los vascones. El jinete con palma comprende una gran área que recorre la costa mediterránea, desde el norte de Barcelona (Diluro, Mataró) hasta el río Ebro (Iltirta, Tortosa), y sigue la línea de este río hasta Zaragoza (Salduie), desde donde sube hasta Alagón (Alaun), y cruzando los límites de las provincias de Zaragoza y Huesca, vuelve a seguir la línea entre las provincias de Gerona y Barcelona, al norte de Vich (Ausa), hasta la costa. Como es de esperar, esta delimitación no coincide con las adscripciones tribales fabricadas por los romanos, y que podemos observar en un mapa según la Geographia de Ptolomeo (S II a.C.). Según éste, el reverso monetal del jinete con palma se daría entre la mitad de los ilergetes, mitad de los edetanos, mitad de los ausetanos y los castellanos (Barcelona-Gerona), parte de los laietanos, y todos los iaccetanos, cosetanos e ilercaones. Es decir, que no es un territorio tribal concreto, sino otro tipo de distribución. El jinete con lanza comprende un área aún mayor que la del jinete con palma. Digamos que “linda” al oeste con el territorio de las monedas de reverso de jinete con palma, siendo su zona más al norte de este “límite” la ceca de Iacca (Jaca, Huesca), y siguiendo hacia el sur, adscribiríamos Bolscan (Huesca), Caiscata (Cascante, Navarra), Nertobis (Calatorao, Zaragoza), y recorriendo la provincia de Teruel, llega hasta Etobesa (seguramente Segorbe, Castellón). Desde allí recorre hacia el este la provincia de Cuenca, adscribiendo cecas como Secobirices (Saélices, Cuenca) hasta Urcesgen (hacia donde limitan de las provincias de Cuenca, Ciudad Real y Albacete). Continúa por el oeste hasta Tole (Toledo), y desde allí hacia el norte hasta Usamus (Burgo de Osma, Soria), hacia Varacos (Varea, Logroño), hasta Iaca (Jaca, Huesca) y enlaza otra vez con Bolscan (Huesca). Comprendería toda la Celtiberia, parte de Edetania, parte de Carpetania, parte de los arévacos, parte de los berones, parte de los vascones y parte de los ilergetes.

 

Moneda ibero-romana con epigrafía ibérica meridional, según la figura de su reverso. Área azul (jinete con lanza), área amarillo (jinete con palma). Botón verde (cecas de jinete con lanza), botón azul y blanco (cecas de jinete con palma), botón multicolor (ceca de elefante) y botón azul amarillo (cecas de jinete con martillo o espada). Si no caemos en el olvido de que el reverso del as de Xelin nos muestra el relieve del jinete ibérico, podríamos analizar cómo encaja en el área que hemos conseguido delimitar en el anterior mapa.

 

Cecas ibéricas con los tres tipos de reverso típicos del jinete ibérico delimitadas por áreas en un mapa actual. Aplicando los datos que tenemos de tipos de reversos de jinete ibérico sobre un mapa actual, los de jinete con palma y jinete con lanza, ocupan una parte muy extensa de la parte nororiental de Hispania, y la más grande la ocupa este último. Y se observa, la parte interior de la provincia de Valencia, incluyendo la Tierra del Cabriel y Los Serranos, entra dentro de la los límites de las cecas con reverso de jinete ibérico. La ceca de Xelin estuvo incluida dentro del área delimitada en rojo en este mapa, si bien como el mayor número de monedas de esta ceca están localizadas en el interior norte de la provincia de Valencia, la lógica conduce a que la ciudad a la que representa estuviera ubicada más o menos por allí. CONCLUSIONES El Estado ibérico sobre el Turia fue menos poblado y relevante que el del Cabriel. Entonces ¿por qué se acuñó moneda ibero-romana con epigrafía ibérica en el menor, y no el mayor? Quizás algo tendrá que ver que el poblado del Castellar tuvo continuidad en época romana alto imperial, mientras Los Villares al parecer, quizás tuvo su final entorno a las Guerras Sertorianas (82-72 a.C.). Aunque, según la época en que fueron enterrados los dos tesorillos de monedas encontrados en Los Villares, S II a.C., podría ser que su final coincidiera con esta fecha, y si tenemos en cuenta que los ases unciales ibéricos comenzaron a acuñarse a partir del 120 a.C., quizás el motivo de que Los Villares no emitiese moneda fue porque dejó de ser un poblado importante en aquellos momentos. Quizás precisamente por ser importante y poseer un fuerte ejército, su ciudad fuera destruida dentro del proceso de “Guerras Celtíberas” que tuvo de protagonistas al lusitano Viriato y a ciudades celtíberas (vettonas y otras) como Segeda y Numancia. Precisamente el final de estas revoluciones se dio en 133 a.C. con la destrucción de Numancia, evento que causó, una década después, el inicio de acuñación monetaria hispana, tras ser decretada la paz indígena. Y por eso, si el monetario ibero-romano de las cecas con reverso de jinete ibérico comenzaron a emitirse posteriormente a 120 a.C., ciudades incluidas dentro de esta área de emisión, como Los Villares, que por su tamaño y potencial político debería haber sido emisora, y no lo fue, y en cambio lo fue una ciudad vecina 3 veces más pequeña como Castellar de La Yesa. Una posible razón de esto sería que fuera una ciudad muy implicada en las resistencias contra la invasión romana, tal y como se relata en las Fuentes Históricas, de las que, si bien conocemos los ejemplos de Numancia y sus aliados de Segeda, también podemos leer en ellas episodios de grandes asedios y batallas a partir de principios del S II a.C. Por esta zona que comprenden los ríos Turia y Cabriel, incluida en lo que los romanos llamaron Hispania Citerior, nombran las Fuentes Históricas fuertes batallas y asedios. Hacia 185 a.C., el pretor de Hispania Citerior, Quinto Minucio tuvo que enfrentarse con un ejército de 12.000 guerreros iberos liderados por los generales Budar y Besadin en algún lugar de esta tierra, a los que venció. Y su sucesor, Publio Manlio, tuvo que batallar al año siguiente otra vez con ellos, aunque esta vez, ayudaron a los indígenas un ejército de 10.000 guerreros vecinos celtíberos, lo que tuvo como consecuencia que el ejército romano tuviese que cesar en su empeño y abandonó la batalla. Con posterioridad, después de 184 a.C., no vuelve a nombrarse esta zona en las Fuentes Históricas, más que como puntos geográficos. Lo cual nos lleva a pensar que dejó de ser un problema para Roma, puesto que sus historiadores se centran casi exclusivamente en contarnos los episodios bélicos acontecidos. Entre 184 a.C. y la imposición de la paz en 133 a.C. en esta Hispania Citerior, algo debió pasar para que se pacificase, o bien accedió voluntariamente a formar parte del gobierno del pretor, o bien fue aleccionada o incluso destruida, al igual que sus correligionarias de Numancia, Segeda y otras. Más lógica tendría, después de tanta belicosidad como hemos descrito, que tuviese un fin similar a otras grandes ciudades revolucionarias, que por ser las principales, fueron necesariamente con las que había que dar ejemplo, siendo dominadas a la fuerza, arrasadas y abandonadas. Y posteriormente puestas en valor dentro de las normas romanas. Numancia, la gran ciudad de los vacceos, no acuñó moneda nunca y, sin embargo, tiempos después de haber sido aniquilada, se reconvirtió en una importante ciudad hispano romana, bajo el mismo nombre que tuvo antiguamente. Sin embargo se acuñó moneda del jinete ibérico con lanza en dos cecas cercanas, Usamus y Turiasu, a 55 kilómetros cada una. Algo similar pasó con Segeda, la ciudad celtíbera que provocó que los romanos comenzasen una guerra al ampliar sus murallas en contra del tratado que habían firmado las ciudades hispanas con sus invasores. Fue abandonada por sus habitantes, que se trasladaron a Numancia, para defenderse mejor junto a sus aliados vettones. Segeda volvió a ser una importante ciudad en época posterior hispano-romana, pero esta vez no se repobló sobre sus antiguas ruinas, sino en terrenos distantes a ella una porción de kilómetros. Algo similar debió ocurrir en Los Villares, otra gran ciudad-estado ibérica, no muy lejana de territorio celtíbero. La ciudad fue destruida, por última vez, hacia estas mismas épocas que sus coetáneas, y volvió a resurgir como ciudad hispano-romana en otro lugar. RESUMEN Hemos dado a entender que bajo la Tierra del Cabriel hubo un gran “Estado Ibérico”, fuertemente poblado y de gran consistencia política, que tuvo una gran capital, a modo de otras famosas ciudades hispanas de la época que fue “Los Villares” de Caudete de las Fuentes. Esta ciudad fue importante desde el S V a.C. hasta el S II a.C., después fue destruida y minorizada, por lo cual, no le dio tiempo a acuñar ases ibero-romanos. Y que existió un “Estado Ibérico” al norte, al otro lado del río Turia, con identidad propia, pero con menor peso específico que su vecino del sur. Tuvo también una ciudad principal ibérica, ubicada en “Castellar” de La Yesa. Quizás por su menor relevancia política, no fue destruida y llegó a existir en época imperial romana. El haber superado la fecha crucial de 120 a.C., quizás le permitió acuñar ases hispano-romanos. Y esta ceca quizás fue la de “Xelin”, precisamente porque ese topónimo perdura en su entorno hasta principios del S XVII en una pequeña población morisca llama igualmente “Xelin” *(según referencia del mapa aparecido en el “Atlas del Rey Planeta” cuyo autor fue el cosmógrafo real Pedro de Texeira), e incluso podemos hallar a día de hoy topónimos geográficos que los recuerdan, como es la Rambla Arquela. Esto, junto a los datos que hemos descrito anteriormente, nos lleva a replantearnos que la aceptación oficial de que la ciudad ibérica de Xelin estuviese ubicada en el yacimiento arqueológico de “Los Villares” de Caudete de las Fuentes quizás sea errónea. Y que la localización de la antigua Xelin quizás tuviésemos que desplazarla a “Castellar” de La Yesa. Por lo tanto, la gran ciudad de “Los Villares” tuvo otro nombre, un topónimo al que las Fuentes Históricas se refieren, y que tuvo una importante relevancia histórica.

 

Guerrero ibérico del Ardal.(El Pontón) FIN (1) “El poblamiento ibérico en la comarca de La Serranía (Valencia), ss . VI-I a.C. Aproximación al modelo de ocupación del territorio”, de Josep María Burriel Alberich y Juan José Ruiz López. (2) ”Historia monetaria de la ciudad ibérica de Kelin”, Pere Pau Ripollés (“Los iberos de la comarca de Requena-Utiel (Valencia), Alberto J. Lorrio. Autor: Javier Jordá Sánchez

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